«Era un buen día para morir»

–Abuela japonesa

Per tutti la morte ha uno sguardo. (Para cada uno, la muerte tiene una mirada)

C. Pavese

 

 

 

  Para ti fue la mirada de la nieve,

para ti la blancura como último nombre,

para ti la inmóvil pupila transparente

de aquel día insoportablemente hermoso y febrero.

  Los últimos ojos que te miraron, con el hielo.

¿Conocíste su bello rostro sin sombra?

Ella llega siempre antes, siempre pronto.

Y ahora, ¿qué será de tu casa, de tu vida?

  Aquella mañana toqué tu chaqueta,

y ahora siento en mis manos la tierra fría,

la interminable noche de la tierra y sus raíces,

celándote  para que nadie vuelva a ver tus ojos,

aquellos ojos transidos de temor en tu alba final.

  Ya la arcilla profunda y umbrosa te cubre,

ya el olvido comienza a extender su manto

sobre ti, sobre tu historia, la historia de Julia.

Los hospitales ya no sabrán de ti,

o tal vez sí, algún archivo retendrá tus iniciales.

  Pero yo no, no puedo dejarte partir,

porque conozco el innombrable veneno que te asesinó.

Conozco a la insidiosa Lucrecia que te acosaba.

Conozco a esa negra reina de la obsidiana,

desde el más profundo mineral sabrá darme jaque mate.

  Reconozco a esa moradora del colmillo de las cobras,

a esa errante navegadora de nuestra sangre,

sus inatacables palacios en el norte lejano.

Palacios para nosotros. Para ti, Julia, ahora.

  Has tenido que morir para que la nombrara.

Has tenido que morir para que mirara el espejo.

Para una paciente de la sala de hemodiálisis del hospital de Guadalajara.

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